Vivimos tiempos convulsos y cambiantes y en los que en vez de obtener respuestas, obtenemos preguntas y esas mismas, en vez de abrirnos un horizonte de tranquilidad nos brindan más inquietud y desasosiego.

El ser humano desde tiempos inmemoriales, ha tenido la tentación cuando no el anhelo, de tener controlado todo lo que sucede a su alrededor, incluyendo su propia vida, cuando no la de los demás. Cómo ser superior que creemos ser, el anhelo del control cada vez forma más parte de nuestros deseos.

Lo que es curioso es que esto va parejo a un creciente estado cada vez más pronunciado de niñez o de permanente adolescencia. Voy a poner un ejemplo vivido desde mi propia experiencia:

Cuando empecé en el arte de conducir (principios años 70)  y empecé a tener una edad para tener compromisos personales primero, y profesionales después, los viajes los empecé a hacer en los célebres  Seat 600 y 124.  Recuerdo viajes a Valencia desde Alcoy  (2-2, 5 horas)  en los que la predicción meteorológica, los GPS y demás, eran pura ficción. Sabías cuando salías, pero no sabías cuando  ibas a llegar, ya que las averías mecánicas, los pinchazos, los temporales de lluvia o de nieve, formaban parte de lo que en el camino te podías encontrar y lo asumías como parte del viaje. Tenías que aprender a afrontarlos, y a salir de esas situaciones, y lo curioso es que no pasaba nada.

Sin embargo ahora, antes de salir de un viaje, necesitamos saber el parte meteorológico, para de esa forma decidir la vestimenta que te vas a poner, cuál va a ser la mejor ruta, cómo podemos evitar los atascos que pueda haber, y así un largo etcétera. Todos hemos interiorizado las recomendaciones, que se llegan a convertir en órdenes,  que nos indican que en el coche siempre llevemos agua, comida, manta, el depósito lleno, la batería del móvil cargada, etc, etc, etc.

Con esto no estoy en contra de los avances que la ciencia y la tecnología nos puedan proporcionar para facilitarnos la vida, lo que sucede es que parece que nos la complica más que no la facilita.

Estas mismas situaciones y comportamientos son perfectamente extrapolables al mundo de la empresa. 

El progreso tecnológico desde los años 70 ha sido brutal, sin embargo el avance en la manera de sostenerse en la vida no ha ido parejo al desarrollo tecnológico. Parece más bien que nos ha hecho más dependientes, más inmaduros y menos responsables.

¿Por qué digo esto?  Muy sencillo: cuando hoy en día salimos a la carretera sabiendo que va a haber una gran nevada (hoy se sabe antes no – quiero recalcar-) y por las circunstancias que sea, nos vemos atrapados en el camino, en la mayoría de los casos reaccionamos exigiendo responsabilidades a otros de lo que nos está sucediendo. ¿Cómo  es posible que esto me esté pasando a mí? nos preguntamos con estupor e indignación, cuando la respuesta es muy simple: por qué TU has decidido viajar en tiempos de nevada, o simplemente porque todo viaje lleva implícito un determinado riesgo que uno debe estar dispuesto a asumir.

En la situación que estamos viviendo a raíz del coronavirus, que está siendo muy dramática para muchos colectivos y personas de este país, es necesario que nos preguntemos ¿Qué enseñanzas y aprendizajes se pueden sacar de esta situación? Pienso que es la pregunta que nos debemos hacer.

La respuesta pasa por ser consciente de que nuestro ideal utópico de querer controlar lo que nos sucede, lo que nos pasa a nuestro alrededor, es sencillamente eso, una utopía.

Por eso el empresario, el directivo o responsable de un equipo en una empresa, y que está viviendo lo complicado de esta situación en sus propias carnes, tiene que ser consciente de que el camino del control no es la opción adecuada para estos tiempos que vivimos

En la anterior crisis (2008) aprendí a interiorizar esa disposición de abandonar el control. Mi reflexión fue la siguiente:

Parto de la base de que querer tenerlo todo controlado es arrogarse el papel ser Dios. Esto por razones más que evidentes dista mucho de ser algo real.  Por tanto, y al margen del pensamiento que anteriormente he citado, ante la situación que vivimos caben dos opciones por las qué podemos optar:

OPCION 1) El camino del CONTROL:

El objetivo que se pretende por medio de esta vía es hacer que el control me de confianza y seguridad.  Sin embargo la realidad me devuelve que no existe la perfección ni el control absoluto de lo que sucede, ni  del resultado de nuestras decisiones.

El resultado de todo esto es que en mi se acrecienta el miedo y la desconfianza porque estoy viendo que no puedo tener el control de las cosas.

Además, en un  intento ficticio  de retomar el control, pretendo que todas las cosas pasen por mis manos, lo que provoca que desaparezca la delegación y con ello, la confianza en los demás,  deja de existir.

El resultado de todo esto es que voy entrando poco a poco en lo que se conoce como “la paranoia del directivo” y  como consecuencia de ello, esa forma de actuar se extrapola a toda la empresa.

La sensación que transmito con mi ejemplo hacia los demás, es de haber perdido el norte, no existe una claridad del camino a seguir.

Por otra parte y a través de esa forma de actuar, empiezo a ser cuestionado por mi pérdida de liderazgo. La desmotivación y la falta de compromiso empiezan a hacer mella en la empresa y entre las gentes que allí trabajan.

Sin embargo existe otro camino alternativo que proporciona un resultado radicalmente distinto, y este es el camino del autocontrol

OPCION 2) EL AUTOCONTROL:

El objetivo de este camino, lo que  lo que me motiva impulsa en esta opción, no es ni más ni menos que hacer lo que me gusta y demostrarme a mí mismo aquello en lo que soy bueno.

La situación puede ser dura, cómo duro era cruzarse España en un 600, o como duro puede ser un embarazo,  pero la cuestión no es mirar esa dureza, esa dificultad, si no concentrar la mirada en el hijo que va a llegar y nos va con más felicidad, o en el anhelo por llegar a ese lugar deseado de vacaciones,  esa es la mirada que hay que tener.

¿Usted imagina a unos padres que van a tener descendencia, queriendo tener el control de los riesgos que va a existir a lo largo del embarazo, o incluso después del nacimiento de la criatura? ¿Verdad que no? se asumen porque lo importante es la vida que va a venir de nuevo.

Lo mismo sucede en el mundo de la empresa, la respuesta sencillamente es hacer aquello para lo que estás ahí, en tu puesto, en tu responsabilidad, partiendo de la base, y por tanto aceptándola, que la realidad es incierta lo único auténtico es uno mismo.

El resultado que se consigue es mantener la confianza en uno mismo, mantener la pasión por lo que haces, y con ello el disfrute y sobre todo, siendo capaz de adaptarse a las situaciones venideras, no enfadarse ante ellas, simplemente aceptándolas porque solo así serás ágil en tus decisiones.

¿Y todo como impactara en las personas de tu equipo?

Sencillamente les transmitirás seguridad y aplomo, les generaras confianza en que pueden hacerlo, tú te convertirás en referencia para ellos porque sabrás mantener el norte, y con ello tu liderazgo se afianzará por medio del ejemplo.

Como hemos podido ver, existen incertidumbres, y esas siempre van a ser una constante en nuestro camino, pero en nosotros radica la responsabilidad de saber cómo lidiarlas, y ese puede ser nuestro gran aprendizaje en esta situación provocada por el Covid 19